Escrito por: Diego Jarlip (Buenos Aires, Argenitna)
La llegada a Tuzgle
Es difícil imaginar que un lugar llamado Tuzgle quede en la provincia de Jujuy, Argentina, y su paisaje lo hace aún más inverosímil, casi como sacado del sueño de un escalador.
Existen dos formas de llegar al Valle del volcán Tuzgle: una por el Norte por la Ruta 9 hacia Bolivia, y otra por el sur de la famosa Ruta Nacional 40. Preferimos acercarnos por el Norte ya que la ruta está asfaltada hasta Susques, un pueblo pequeño que tiene el Paso de Jama que cruza a Chile.
Bajando por la RN 40 llegamos al pueblo más cercano al valle, Puesto Sey, que lleva ese nombre por el Cacique Sey quién fundó el pueblo en 1950.
El mismo está conformado por 46 familias humildes de los pueblos originarios del Valle de Atacama. Están organizados políticamente como un pueblo aborigen, con una asamblea que toma las decisiones importantes y un cacique que las preside.
Durante nuestra estadía, debíamos volver a Puesto Sey diariamente ya que era el lugar más cercano con agua potable (aunque de dudosa calidad… A tal punto que se aconseja ir tomando de a poco para poder acostumbrarse y no sentir malestares). En el pueblo también se puede comprar agua, gaseosas o incluso cerveza. También se pueden comer excelentes milanesas de llama. A su vez, el poblado cuenta con un pequeño locutorio con una máquina con Internet de muy baja señal y un teléfono.
Las Paredes de Tuzgle
Llegando al Valle, pasando Puesto Sey comienzan a divisarse las paredes, con sus diversas formaciones escalables y los primeros paredones de color rosa-anaranjado, que se forman a los costados de la ruta.
Todo el Valle está cubierto de rocas de diferentes tamaños, aplomadas, desplomadas, con manijones, tridedos, manijas, bídedos y monódedos de todos los tamaños, tomas enormes o regletas apenas perceptibles, fisuras ciegas o de espectacular paralelismo para que a cualquier amante de la escalda alpina pueda probar por primera vez una ruta inexplorada.
Sin embargo para mí, el mayor atractivo está en la infinidad de rocas y sus millones de boulders. Al llegar, lo único que uno quiere hacer es comenzar a jugar… Y debe ser por eso que el sector de boulders más importante se llama “La Juguetería”.
El lugar parece surreal, casi a medida de este blog. Uno se siente en Marte, entre esas piedras gigantes escupidas por el volcán esparcidas por todo el lugar. Inmediatamente uno se cree protagonista de “Red Heat”, esa película donde Arnold Schwarzenegger viaja al planeta rojo.
A los 4.100 msnm ya no hay árboles y sólo se encuentran unos arbustos de una madera fina, con los que hicimos fuego todas las noches para calentarnos cuando refrescaba con la caída del sol.
El clima es hostil, hay vientos permanentes que te atacan por todos los frentes. Por las noches hace frío, alcanzando temperaturas de menos 10ºC. Este frío contrasta fuertemente con el calor de la tarde, en especial cuando el sol se encuentra en lo alto, aunque la falta de humedad te ayuda a soportarlo.
La falta de oxígeno a esas alturas comienza a notarse con la simple acción de armar la carpa: hasta levantarse y agacharse se volvían movimientos difíciles, y aunque la ansiedad nos dominaba no fuimos a hacer ningún boulder hasta estar bien aclimatados.
Camino el volcán
Siempre que describo un ascenso cuento como punto de partida la noche anterior al viaje, ese momento donde se determina cómo se va a realizar el viaje y qué se va a llevar a la aventura.
En el caso de Tuzgle, el primer factor a vencer es el apunamiento… ¡Y no es fácil poder vencer la falta de oxigeno! Intentamos todos los métodos conocidos: mascamos coca (como recomienda la gente del lugar), luego tomamos paracetamol o bayaspirina… También probamos con Ajolip un comprimido, a base de ajo, que facilita la circulación de sangre, y si alguien se sentía muy mal también teníamos dramamine. Por si fuera poco, en Puesto Sey también compramos pupusa, una raíz con flores que decían que ayudaba a combatir el malestar inhalando fuertemente el aroma de sus flores o bebiendo té de esta raíz.
Además de estos métodos caseros, nos tomamos un buen tiempo para aclimatarnos ya que comenzamos la excursión al volcán 6 días después de llegar al valle.
Ascender el Volcán Tuzgle de 5.530 msnm y no representa gran dificultad técnica, dado que a causa de unas minas sulfúricas que hubo en el lugar se prepararon unos caminos para 4×4 que llegan hasta cerca de los 5.200 msnm. El volcán se sube sorteando estos caminos por el medio, lo que no representa un gran obstáculo, o caminado linealmente por el camino. El real enemigo a vencer es la altura. Aunque desde el campamento donde nos encontrábamos hasta la cima el desnivel es de 1.400 metros, las seis horas de caminata sostenida bajo el sol intenso y unas ráfagas de viento que llegan a 70 kilómetros por hora, se convertían en una gran hazaña.
La noche anterior nos hidratamos bien, pusimos la alarma a las 3 de la mañana, para comenzar a subir temprano y poder llegar a la cima entre las 9 y 10 de la mañana, y así estar de regreso a las 14 horas para almorzar y descansar en el camping. Pero eso no iba a pasar…
Luego de algunos retrasos en el desayuno (cuando nos despertamos el agua se había congelado y tuvimos que utilizar el M.S.R. para derretirla y poder comenzar la mañana) y algunos problemas con el auto (se congeló el diferencial), con los primeros rayos del alba llegamos al volcán.
Primero comenzamos a subir cortando camino, pero pronto notamos que no sólo nos perdíamos sino que gastábamos energía inútilmente, por lo que optamos por una caminata rápida siguiendo el camino que estaba hecho para el descenso de las camionetas.
La caminata fue grata; exhaustiva pero constante. Recuerdo que fui uno de los primeros en sentir la altura. Sentía que me faltaba el aire y que mi cerebro era más grande que mi cabeza. Paramos para re balancear el peso de las mochilas, descansamos un poco y retomamos el cansador andar. Al poco tiempo, ya dejaba de ser el único con malestar y la anarquía comenzaba a primar en la que todos querían decidir por dónde ir, hasta que un compañero tomó las riendas.
Al medio día llegamos a la última mina. El cansancio era general, pero la vista maravillosa. Todo el sector Este se veía con una claridad espectacular: el valle donde estaba el campamento se veía ínfimo; la gran roca partida en dos era casi imperceptible, se veía el rio termal y cómo la vegetación había podido crecer en ese árido desierto de altura.
A 50 metros de la precumbre, nos sentamos en una roca que tapaba un poco el fuerte viento. Nos hidratamos y descansamos antes de dar el ataque final a la cumbre que quedaba a 200 metros. Fue en este momento donde tuvimos que debatir si seguir o no.
La decisión de bajar era la más lógica, no estábamos mal, y queríamos seguir, pero algunos de nuestros compañeros mostraban signos de no poder seguir caminando, y todavía faltaba la vuelta. Un pequeño grupo optamos por subir los 50 metros que nos quedaban hacia la precumbre y luego bajamos todos juntos.
Desde la precumbre llegamos a ver el lado Oeste del volcán, y gracias a Dios pudimos apreciar las salinas grandes en toda su expresión: campos brillantes de la luna de la salina más grande de Argentina. No lo podíamos creer, la cumbre no estaba lejos pero lo mejor lo estábamos viendo.
El descenso fue rápido y casi sin paradas. Luego de tres horas de bajada nos encontrábamos cerca del punto donde teníamos que desviarnos de la ruta de autos. Este fue el peor momento del viaje: cansados y con el sol latigado nuestras espaldas y cabezas no podíamos encontrar dónde habíamos dejado los autos. Al rato por fin los encontramos y emprendimos el regreso al mercado del Puesto Sey.
Cuando arribamos queríamos comer algo liviano. Sin embargo, los chicos del comedor nos ofrecieron milanesa de llama con papas fritas y no nos pudimos negar. Estaban deliciosas y hasta repetimos un plato de esas tiernas milanesas.
Bajar 1.200 metros nos ayudó a sentirnos mejor y a recuperar el buen ánimo del grupo. Aunque no llegamos a la cumbre, pudimos disfrutar de una hermosa vista. Como me dijeron la primera vez que no pude coronar el Volcán Lanín, “El volcán seguirá estando allá”. Y no faltará oportunidad para volver, sólo que la próxima vez con más aclimatación.
Excwelente artículo!!!! Me siento muy orgullosa de haber sido parte de ése paisaje surrealista. Es increibleGracias, Diego, seguiremos dándolo todo, a por la cumbre….
Que grande negrin!! me encanto la nota y para el proximo Tuzgle estoy con ustedes!
Muy lindo el relato, no se llama paso de Llama es paso de Jama . Saludos
Genial! ahora lo corrijo! Gracias!!!