La Cala de Sugiton: un pedacito de cielo en la tierra

La Cala de Sugiton: un pedacito de cielo en la tierra

Texto y Fotos: Melina Softa

Durante nuestra visita a Marsella no podíamos perdernos una excursión a alguna de las “Calanques”. Por si no lo sabían, una cala (calanque en francés), es un grupo de ensenadas que se forman entre las piedras. Abarcan más de veinte kilómetros de costa, desde Cassis hasta Marsella, y son parte del Parc National des Calanques. Teniendo en cuenta que fuimos en pleno verano (¡con temperaturas que pasaban los 40ºC!), nos pareció una gran idea pasar un día en un lugar soñado, en la costa mediterránea.

La cala más cercana y de más fácil acceso es la de Sugiton, que se encuentra a aproximadamente treinta kilómetros de esta ciudad. Para llegar, tomamos la línea 2 del metro desde Joliette hasta Castellane. Nos subimos al autobús 21 en la Place Castellane, con dirección a Luminy. Le preguntamos al conductor dónde debíamos bajarnos, y nos indicó amablemente (creo que era la última parada, en la Universidad de Luminy). Había un parking y un puesto de snacks y, más escondida, la entrada al parque (el acceso es libre y gratuito). Desde allí, hay que caminar unos cuarenta y cinco minutos por una senda que está claramente marcada, aunque, en un punto se bifurca, por lo cual, hay distintas opciones para llegar a los mismos sitios o, simplemente, para hacer senderismo. Las únicas maneras de llegar propiamente a la cala en sí son, o caminando, o en barco.

El calor era insoportable, y esos 45 minutos parecieron una eternidad. Sin embargo, cuando llegamos al mirador, aquella vista hizo que nos olvidáramos del cansancio. Vimos el mar asomarse entre las rocas cubiertas de vegetación, el agua que cambiaba de color, de un verde cristalino en la orilla, a través del cual se observaban las rocas sumergidas, a un azul profundo a lo lejos, y barcos acercándose con el mismo propósito que nosotros: degustar un poquito del paraíso. Acortamos camino por las rocas, hasta que encontramos una playa diminuta, la Plagette, de pequeñas rocas (no de arena), donde el agua era de un verde transparente como nunca lo había visto.

Nos metimos al agua antes de poder dar un respiro, ya que, como mencioné antes, el calor era agobiante. Para mi sorpresa, estaba muy fría, pero nos mojamos hasta la cabeza sin decir ni “ah”. Luego de nadar un rato, escalamos la roca más grande que había, calculamos que tendría unos doce metros, situada en el medio del mar, para saltar desde ahí. Tenía unos filos que hacían que caminar sea muy incómodo y difícil, sumado al hecho de que nos subimos sin zapatillas. Pero, con mucho cuidado, logramos aventurarnos, y sumarnos al grupo de jóvenes que buscaban, asimismo, una dosis de adrenalina. Salimos y entramos al agua reiteradas veces, perdidos entre la disyuntiva de descansar o refrescarnos, imposibilitados de decidir por nuestra ambición de sacar el mayor provecho de aquél lugar extraordinario.

Lo mejor es ir por la mañana, como hicimos nosotros, ya que es el momento donde menos concentración de gente hay. Cuando ya hubo atardecido, empezaron a llegar más personas. Nosotros fuimos como una excursión de un día desde Marsella, pero se puede ir desde Cassis, ya que es más cerca, y alojarse en alguno de sus campings. El parque tiene prohibiciones estrictas sobre algunas actividades, como acampar, hacer fuego, o tirar basura, con el fin de preservar el lugar.

Otra recomendación es llevar el equipamiento necesario, y tomar especial precaución durante los días más cálidos. Es imprescindible llevar buen calzado (zapatillas deportivas) tanto para la caminata como para escalar las rocas (el último tramo, cuando ya se está llegando a la costa, requiere sí o sí bajar por unas rocas, y luego volver a subirlas para irse). Por este motivo, se aconseja contar con un buen estado físico y de salud. Lleven comida y mucha agua (mínimo dos litros por persona si es verano); si no lo hacen, el sitio más cercano para comprar algo es el puesto de snacks que mencioné al principio del artículo, que se encuentra a casi una hora a pie.

Lugares hay para elegir: la Calanque de Callelongue, de Morgiou, de Port-Pin, de Sormiou, u otra; cada una ofrece algo particular y deslumbrante, pero todas son, en su naturaleza, lugares idóneos para sentirse en el nirvana.

 

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