Abanico de opciones en Bali, Indonesia

Abanico de opciones en Bali, Indonesia

Durante las vacaciones, a veces me gusta pasar unos días tomando sol en a la playa de un lindo hotel. Sin embargo, mi espíritu aventurero es más fuerte que yo y generalmente no consigo mantenerme quieta.

Esta vez no fue la excepción. Aunque la playa era preciosa, y mi libro estaba interesante, no podía quedarme panza arriba todas las vacaciones; necesitaba descubrir la Bali escondida detrás de las palmeras del resort de esta isla indonesa.

Bali: Playas con Muñecos de Nieve para Navidad

Por suerte, no siempre la primera impresión es la que cuenta. De ser así, las vacaciones en Bali hubiesen resultado una negra noche mojada.

A nuestra llegada nos dieron la bienvenida unos señores chaparritos con unos enormes paraguas para protegernos del aguacero que caía sobre nosotros, y unas linternas gigantes para romper la intensa oscuridad ocasionada por un apagón en la zona.

Como no había nada que hacer, y ni siquiera podíamos estar en la habitación a causa del calor, la penumbra y el aburrimiento, decidimos salir a cenar temprano.

Pensamos que la falta de luz quizás nos impediría comer, pero por suerte la cocina era a gas, y pudimos disfrutar de comida fresca y una linda cena a la luz de las velas, armonizada por el romper de las olas del mar.

Más allá de la hermosa velada, cuando volvió la luz, no pude desviar mi atención de los peculiares adornos de Navidad…

A pesar de que el 97% de los habitantes de la isla son budistas-hinduistas , budistas-hinduistas, como la mayor parte de los turistas somos occidentales cristianos, los locales adornan los hoteles con ornamentos navideños para hacer nuestra estancia más acogedora. A su vez, expresan su cortesía con sonrientes “Merry Christmas” cada vez que nos ven, aunque haga más de una semana que ya celebramos la fecha.

Las ganas de los balineses por complacer a los turistas son tan grandes que no siempre escogen los adornos más adecuados. Por ejemplo, el adorno principal en el hotel, era un enorme muñeco de nieve vestido con el traje tradicional indonesio.

A pesar de que el muñeco de nieve se veía bastante gracioso a orillas mar, debo admitir que lograba transmitir un leve sentimiento navideño que te hacía sonreír cuando lo mirabas y de cierta forma sí ayudaba a que sintieras la Navidad, aunque fuera tan lejos de casa.

Sabores Ahumados con Concha de Coco
Paul, un guía local que nos recomendaron unos amigos que habían visitado la isla anteriormente, nos introdujo al otro lado de Bali llevándonos a cenar a un tradicional restaurante balinés.

Antes de sentarnos en la mesa, escogimos uno de los peces y unos camarones que trajo el pescador del local mientras nos decidíamos y pescamos un cangrejo de la pecera. Luego nos sentamos en una mesa junto al mar a esperar mientras la comida se asaba a las brasas de cáscaras de coco.

Al cabo de media hora, unos mesoneros vestidos con trajes típicos nos trajeron unos platos deliciosos acompañados de vegetales y arroz. Cada bocado reunía un crujiente sabor levemente ahumado en el que todavía se podía sentir un suave gusto a coco, mezclado con el sabor dulce y picante de una salsa que me recordaba a la famosa salsa barbecue de Estados Unidos, pero un poco más ligera.

Esa cena a la orilla del mar fue una dulce forma de introducirnos a la Bali que veríamos al día siguiente.

Bailes que Rompen Barreras Lingüísticas
Aunque los autos y los autobuses suelen ser un somnífero natural para mí, había tanto para ver a través de los cristales de la combi que manejaba nuestro guía, que me mantuve alerta durante todo el viaje.

Antes de comenzar nuestro recorrido por el área rural de Bali, nos detuvimos para ver una obra de teatro en la cual artistas locales interpretaban una batalla entre las fuerzas del bien y el mal. Al entrar nos dieron unas hojas con una pequeña descripción de cada acto para que pudiéramos seguir la obra ya que, obviamente, era en Indonés.

La expresividad de los ojos y las expresiones faciales de los bailarines, junto con los precisos movimientos de sus dedos, sus pies, sus hombros y sus cuellos lograban transmitir efectivamente la esencia de la historia a todos los presentes que no entendíamos el idioma local.

El detalle y el diseño de los disfraces y mi fascinación por aprender sobre diferentes culturas, cautivaron mi atención durante toda la obra, a pesar de que la trama era muy básica.

Después de los bailes, pasamos por varios talleres donde fabricaban y vendían diferentes tipos de artesanías locales.

Bazares de Artesanías y Artepiratería
Primero paramos en un taller donde podíamos observar cómo los artesanos entretejían diferentes tipos de pajas y ramas secas para crear posavasos, carteras, canastas, y diversos adornos, de una calidad y prolijidad claramente superior a las que habíamos visto los días anteriores en los puestos turísticos del centro de la ciudad.

Luego, pasamos por un taller de tallado donde también pudimos ver a los artistas concentrados tallando sus obras maestras. A comparación del sitio anterior, aquí se notaba la diferencia entre las piezas realizadas por los maestros y los aprendices, cosa que los responsables de la tienda se encargaban de remarcar con los precios de dichas piezas. Era fascinante observar cómo los artesanos trababan y sostenían con los dedos de sus pies las piezas de madera para sostenerlas con firmeza y así lograr tallar con precisión los detalles que habían trazado anteriormente con lápiz sobre la madera.

Finalmente, visitamos un taller de pintura donde vendían piezas originales de piratería artesanal: unas hojas con fotocopias de dibujos autóctonos cubiertas con espesas pinturas de colores, pintadas mecánicamente por chicos de ojos pesados y miradas meditabundas. El lugar era luminoso y los vendedores amables, pero las brumosas miradas de los jóvenes pintores oscurecían el lugar.

Comiendo Arroz entre Arrozales

Después del tour artesano, paramos a comer comida Indonesia en un local con vista los arrozales recién regados. El plato de “mixed seafood” que pedí, me recordó a un plato de comida malaya que había probado anteriormente, en el cual el arroz blanco era imprescindible para neutralizar el dulce y picante sabor del curry y las diversas especias que cubrían e impregnaban cada una de las piezas de mariscos.

En otras regiones sería impensable comer a las orillas de los arrozales por miedo las serpientes y los mosquitos que habitan en esos lugares. Pero aquí en Bali, estar cerca de los arrozales añade prestigio al local.

Después del almuerzo fuimos a un templo Hindú, donde nos pidieron que nos atáramos unos paños de colores como faldas para cubrirnos las piernas para demostrar respeto a los Dioses del templo, un terreno amplio al aire libre con pagodas esparcidas estrategicamente para separar los lugares donde dormían, preparaban las ofrendas, preparaban la comida, comían o veneraban a los diversos Dioses.

Uno de los monjes del templo nos explicó que los habitantes de la isla son practicantes activos que le rezan y le colocaban ofrendas a los diferentes Dioses varias veces al día; presentan cada ofrenda en una canasta tejida con hojas de palma, donde introducen flores, incienso, frutas, algún adorno y unas pocas monedas.

También muestran su devoción rezando dentro del templo por lo menos una vez al día; después del rezo en el templo les colocan “sticky rice” sobre la frente para señalar que cumplieron con su responsabilidad ese día.

Me resultaba curioso ver la devoción con la que los habitantes practicaban los rituales budistas, mientras que en el resto de Indonesia la población es musulmana, de hecho, la mayor población musulmana del mundo.

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