Potestad se presenta los viernes a las 22 en el Teatro Payró. Quedan pocas funciones para poder verla, y es para aprovechar, ya que se trata de una obra muy conectada con nuestra historia.
Por Antonella Fiacco
Inspirada en un monólogo que Eduardo Tato Pavlovsky escribió en 1983, fue adaptada en múltiples oportunidades. En esta ocasión, es dirigida por Norman Briski y protagonizada por Eduardo Misch y Damián Bolado.
Si bien el tema de la represión, la tortura sistemática y la apropiación de menores durante la Dictadura Militar ya había sido un tema tratado en muchos formatos, hay algunas historias que se destacan por poder brindar una mirada que aún hoy puede sorprendernos. En palabras de su autor Norman Briski, «Potestad tiene una vigencia que nisiquiera tuvo cuando la estrenamos».
El hombre, un jugador de golf
Potestad es una de esas obras que terminás de ver y recién cuando termina te caen todas las fichas de lo que significa. Aún así, al pasar algunos días tenés que seguir investigando y buscando acerca de sus simbolismos. Por ejemplo, todo transcurre en una especie de cancha de golf, con un árbol por detrás, la escenografía es mínima y solo hay un pequeño juego entre dos actores, las luces y las sombras.
Al parecer, el significado de este deporte se debe a que en el texto original, se trataba de un jugador de rugby, pero a los efectos de esta versión, lo modificaron al golf, para destacar que se trata de un protagonista de clase alta.
Así, el hombre cuenta su monólogo, basado en miradas, gestos, risas y llantos. Un viernes a la noche que puede comenzar un poco triste al escuchar la narración, luego pasa por etapas de algunos chistes un poco negros, y hacia el final se va resolviendo todo este misterio que la historia nos viene a contar. Hacia el final todo cierra, y al igual que en las películas de asesinatos cuando no nos esperábamos el desenlace, porque es imprevisible y no cae en los lugares comunes, acá podemos decir que pasa algo similar. Todo lo que podía parecer repetitivo y sin sentido en el monólogo cobra sentido y sentimos que valió la pena ir a verla.
Un final impactante
Muchos aplausos finales, junto con un pequeño homenaje a Nora Cortiñas (la recientemente fallecida impulsora de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora). «Le cambiamos el nombre a Adriana por Norita, en honor a Nora», explica el actor que estuvo a cargo del unipersonal.
Más allá de la ideología o la postura política, esta obra invita a pensar en la empatía viendo exactamente las cosas desde el lugar que puede verlas una persona con la que tal vez no estamos del todo de acuerdo, pero sumergiéndonos en su punto de vista, cambia el sentido. El texto habla mucho acerca de la mirada, la paternidad frustrada, la pareja, los tiempos de antes, la violencia. Pero no es solo lo que dicen sino también lo que muestran en la escena.
Contar la sinopsis sería traicionarla, aunque ya muchos puedan conocer de que se trata. Sin embargo, en esta nueva versión, la historia se vuelve a contar, para garantizar que los protagonistas no serán olvidados.