Por: Santiago del Giudice (Buenos Aires, Argentina)

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Monte Kenya
Monte Kenya

Además de Victoria, al colegio llegaron otros voluntarios. La primera fue Lisha una joven hindú de 21 años y luego llegó June, un chino de 21 años también.  Esta parte de la experiencia fue muy rica en términos de encuentros y relaciones interculturales con estas dos personas. Aprendí mucho tanto de uno como de otro ya que no sólo rompieron mis estúpidos estereotipos, sino que también me nutrí de culturas súper diferentes a las mías. Es más, con June nos animamos a escalar el Monte Kenya (4.985m), el segundo más alto de África, en una expedición que duró 4 días acampando en la montaña. Allí descubrí que en este continente también nieva.

Si hay algo de mi experiencia en mi colegio de la cual siempre voy a estar agradecido, es que nunca me pusieron horarios fijos. Es decir, no tenía un fixed time table con las clases que tenía  que dar cada día. Me movía como quería. Si un día no quería dar clases y quería caminar por el campo, lo hacía y no tenía que darle explicaciones a nadie ni mucho menos me pedían que se las dé. Si quería dar una hora de clases y las otras pasarme jugando con Catherina y sus amiguitas, lo hacía. Si me tenía que ir a Nairobi hacer algún trámite me iba y si quería dar 10 horas de clase también lo podía hacer. Ser dueño de mis tiempos y manejarme con total libertad durante todos aquellos meses fue el condimento justo para que todo lo que haga, lo haga motu proprio y dando todo de mí ya que en definitiva, yo era el que decidía que hacer y cómo hacerlo.

Si pensabas que Argentina era el único país en donde los maestros hacían paros reclamando mejoras salariales, estás confundido. En Kenya también pasa. El paro duró casi un mes y el colegio cerró por ese tiempo. Los maestros nos habían dicho que el del año pasado duró casi dos meses y este no sabían cuánto iba a durar. En medio de la incertidumbre y la tristeza, los alumnos pupilos se volvieron a sus hogares y no sabíamos si los volveríamos a ver. Como en cualquier colegio vacío de alumnos, no había nada para hacer más que ayudar a ordenar la biblioteca que era un tremendo caos. La dejamos impecable. Una vez que terminamos ya no teníamos nada más que hacer (en serio) asique decidimos irnos con Victoria y los otros voluntarios que estaban en el colegio a seguir conociendo la costa de Kenya. Esta vez el destino fue Lamu, una isla en la costa norte del país muy cercana a Somalía. Con muchísima influencia islámica y en donde el ritmo es controlado por los burros, nunca viví tan de cerca la festividad de Ramadám. Sí, como no hay autos, todos se manejan en burro. Mágico.  

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