Pocos lugares tienen un nombre tan preciso como Pinamar, una ciudad costera rodeada de pinares que entrelazan su aroma a resina fresca con la brisa marina, donde los viajeros pueden disfrutar tanto del bosque como del mar.

En verano, el sol baña las playas y la ciudad vibra con la vitalidad de los turistas, mientras que en invierno las solitarias hojas tiritan agitadas por el viento frío y las olas del mar se divierten bailando el Vals con la arena.

Sin el calor del verano y con la juventud ausente, en invierno Pinamar no es el típico lugar de playa al que se va de vacaciones. Sin embargo, no pierde su encanto y se convierte en el lugar ideal para descansar y recargar las energías necesarias para sobrevivir en la frenética Buenos Aires.

A la hora de regresar a la rutina, hay quienes prefieren salir después de almorzar para evitar los embotellamientos que se forman en la entrada a Buenos Aires.

No obstante, a veces vale la pena salir más tarde para presenciar cómo el sol se sonroja entre nubes violáceas para luego zambullirse en la Laguna Chis-Chis hasta el día siguiente.

Un cierre ideal para un fin de semana de tranquilidad.

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