
Escrito por: Laura Vaillard
Muchas veces asociamos las cuevas con lugares oscuros habitados por murciélagos ruidosos que ensucian las paredes y los suelos de estas rocosas cavidades, y nos olvidamos de las coloridas pinturas rupestres y las deslumbrantes esculturas naturales de estalactitas y estalagmitas que se escoden dentro.
Viajando por el norte de España nos adentramos en tres cuevas diferentes que resguardaban bellezas diversas.
Primero nos aventuramos dentro de la cueva Guetarye Aitzbitarteko Lekeitio, en el País Vasco. Entramos lentamente para acostumbrar nuestros ojos a la oscuridad del lugar, ya que no teníamos linterna, y de a poco fuimos descubriendo figuras intrigantes que dibujaban aquellas rocosidades escondidas entre penumbras.
Luego fuimos a las Cuevas de Altamira donde se encuentran algunas de las pinturas rupestres más importantes, pintadas “con una excelente técnica y una gran talento para aprovechar los volúmenes y grietas de las rocas,” según los guías del museo. Sin embargo, hace años que se prohíbe la entrada de turista a estas cuevas y tuvimos que conformarnos con ver las pinturas de su réplica llamada la Neocueva.
A pesar de que la Neocueva, está bien acondicionada y se dice que es fiel a la técnica y posición de las pinturas originales, es evidente que es una réplica y no puede reemplazar a la original. No obstante, es interesante conocer un trozo del período Paleolítico observando los dibujos de bisontes, caballos, ciervos, manos y símbolos con los que nuestros antepasado adornaban los interiores de las cuevas.
También es interesante visitar el Museo adyacente a la Neocueva donde se exponen algunos de los objetos que utilizaban cotidianamente los habitantes de las cuevas, y se proyectan videos educativos que explican cómo vivían, qué cómían, cómo fabricaban las prendas de ropa, cómo cazaban y cómo pintaban los habitantes de las cuevas en aquella época.
Después de visitar la Neocueva, nos dirigimos a las Cuevas del Monte del Castillo en Puente Viesgo, Cantabria, un museo natural de pinturas rupestres donde pudimos observar arte realizado entre el período Paleolítico Inferior y la Edad de Bronce.
Aquí pudimos ver con claridad como los artistas utilizaban el relieve de las rocas para darle dimensión a sus dibujos, cómo sombreaban las figuras con diferentes pigmentos y cómo utilizaban las grietas de las rocas para recalcar alguna característica particular de los bisontes, los ciervos y los caballos que pintaban.
Además aqui dentro pudimos ver cómo las estalactitas y estalacmitas formaban coloridas esculturas naturales que brillaban gracias a la humedad de la cueva. Algunas de las formaciones parecían ovejas que intentaban esconderse de las bestias de las paredes, otras semejaban castillos o caras de santos. Todo es aquella cueva resplandecía de pulcra originalidad.
Las tres cuevas eran sumamente diferente, pero cada una de ellas escondía un tesoro digno de ser explorado.
Nota: Todas las cuevas tienen el ingreso limitado para garantizar la conservación de las pinturas y prever que sus colores se degraden con las reacciones químicas que desencadenamos con cada uno de nuestros respiros. Por lo tanto, antes de viajar es preferible hacer una reserva o presentarse en la taquilla en la mañana temprano para poder conseguir entradas.
Aclaración: Dado que no se podía sacar fotos dentro de las cuevas reproduje las figuras que estaban en el folleto del Museo de la Cueva de Altamira.
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