Generalmente las flores no me seducen ni me cautivan.

Sin embargo, el arquitecto Eduardo Catalano logró lo imposible con su Floralis Genérica, una flor de aluminio y acero inoxidable de 21 metros de alto y 18 toneladas programada para que abrir sus pétalos en la mañana con los primeros rayos del sol y cerrarlos de noche con la llegada de la luna.

La flor «es una síntesis de todas las flores y es a la vez una esperanza que renace cada día al abrirse,» dijo Catalano alguna vez.

Actualmente, los que observan esta obra plantada en la Plaza de las Naciones Unidas junto a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, ven una flor genérica como la que imaginan las abejas, picaflores y mariposas al buscar el polen.

Al ser tan genérica y tan única a la vez, Floralis Genérica logra seducir a su espectador con tanta originalidad.

La “Flor Gigante”, como la llaman los argentinos, es un increíble proyecto de ingeniería; un grandioso reto arquitectónico; una obra de arte que ha cambiado la fachada de la Avenida Figueroa Alcorta de Buenos Aires para siempre.

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