Buenos Aires es conocida por su velocidad. Es la ciudad que nunca duerme. “Es la ciudad de la furia”, como diría Cerati.
Por eso, generalmente, atravesamos la ciudad a las corridas; prácticamente flotamos sobre ella sin darnos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor. Pasamos semanas, meses o hasta años, sin notar esa puerta cuidadosamente tallada que está a sólo tres edificios de nuestra oficina, o esa reja estilo francés de la casa de la esquina.
Este viernes a la mañana, tuve que ir a Avenida Roquez Saez Peña, mejor conocida como Diagonal Norte. Llegué muy temprano, antes que abrieran los bancos y que las personas entraran a trabajar…
Con la ciudad meditabunda, y con mucho tiempo a mi favor, decidí pasear por esta avenida del centro con mi mirada perdida en el cielo. Y así descubrí estas hermosas fachadas.
Entre el siglo IXX y XX, los arquitectos e ingenieros importaban los mármoles, columnas, adornos y otros materiales de construcción de diferentes partes de Europa para construir los edificios en Argentina. En aquella época la majestuosidad de los edificios de Buenos Aires llamaba la atención de cualquier visitante, mientras que hoy en día su hermosura se esconde detrás del smog, los rascacielos y el frenetismo de vivir a las apuradas.
Si tienen algún momento, o están de paseo por Buenos Aires, los invito a pasear con la vista en alto. Tal vez así tengan suerte como yo y consigan descubrir alguna de estas maravillas.