
La apariencia le ganó al contenido a la hora de comprar mi souvenir en Bali, Indonesia.
No tenía ni idea a qué podía saber “Arak Beras”, la etiqueta del licor sólo decía “destilado de arroz y caña de azúcar.” Pero el diseño de la botella era tan enigmático y atractivo que no podía dejarlo en la góndola, debía llevármelo a casa.
Apenas abrí el envase,el fuerte olor a alcohol me empujó automáticamente a medio metro de la botella; era tan intenso que casi hacía arder los ojos. El primer sorbo fue aún peor, y lo sufrí mientras descendía trabajosamente como un fósforo encendido por mi garganta.
Como muchos de los souvenirs que compramos cuando estamos de viaje, la botella de “Arak Beras” permaneció en la repisa de mi casa por más de un año hasta que me atreví a abrirla nuevamente.
Después de tanto tiempo, el vino artesanal se había asentado y su aroma resultaba ahora suave, dulce y alicorado. Sin embargo, su sabor permanecía intenso, perfecto para aclimatarte en un día de invierno, pero no para mucho más.
Luego de abrirlo y probarlo, me sigo quedando con la apariencia de la botella, que alegra el estante de vanos souvenirs.
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