
Texto: Laura Vaillard
Soy soñadora por naturaleza, y por fortuna, es una fuente inagotable de sueños porque a medida que los voy alcanzando se me van ocurriendo nuevos que quiero sumar a la lista. Viví en Italia, me fui de mochilera por Europa, conocí Asia, actué en el teatro, participé en una producción de Hollywood y este año también conocí las salinas.
Sé que puede parecer un sueño tonto, pero era mi sueño. Tenía ganas de conocer ese mar blanco donde el cielo se refleja convirtiéndolo en uno de los espejos más grandes del mundo. Además, fui con amigos, lo que hizo la experiencia mucho más divertida. Y aunque la gente de Boludos en las Salinas se burlen de los turistas, me hago cargo y no tengo miedo de gritarlo: ¡no sabés lo que nos divertimos saltando y sacándonos doscientas fotos! Nos sentíamos libres y originales (aunque luego que ves las fotos, todas se parecen (con pocas excepciones)). Pero esto no importa, porque nadie puede robarnos esos momentos de diversión.
Desde Tilcara, llegar a las Salinas Grandes resultó un largo viaje por un camino sinuoso. Para no apunarme (ya que 4.170 msnm) opté por hablar poco, moverme lento y mascar hojas de coca, que aunque son amargas, son muy efectivas. Aunque tuve que aguantar las recurrentes burlas de mis compañeros de viaje por mis nuevos modos jujeños, la receta valió la pena porque no me apuné y pude disfrutar del viaje sin problemas. (Aclaración: el apunamiento (mal de altura) es una sensación característica de la zona de la puna debido a la altura y la falta de oxígeno; implica un fuerte dolor de cabeza, mareos y hasta nauseas).
En el camino paramos en Purmamarca, en el punto más alto donde venden artesanías, en varios miradores desde dónde se puede observar el serpenteante camino y finalmente, en las Salinas.
El reflejo del sol sobre la sal era enceguecedor y era prácticamente imposible estar allí sin anteojos de sol.
La alegría de estar con amigos y estar cumpliendo un sueño hacían que mi admiración por la vastedad blanca sea más fuerte que lo normal. Cuando terminamos la sesión de fotos, comimos, compramos algunos recuerdos y emprendimos la vuelta.
De esta forma, cumplí un sueño más y sumé otra hermosa historia. Pero a su vez esto implica que es hora de volver a armar la valija: todavía queda mucho más por recorrer.
Visita el norte
Recorrido 1:
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