El viaje a la Feria de Abril en Sevilla comenzó al revés: con boleto de vuelta en la mano pero sin forma de llegar.
Después de corridas, desencuentros, y subidas y bajadas por más de 20 estaciones de metro, por fin conseguimos pasaje para llegar a la Feria. Aunque la aventura hacía horas que había comenzado.
Tuvimos un comienzo apresurado, estresante y atolondrado, pero una vez allí los sevillanos se encargaron de darle la vuelta a la historia con su alegría y hospitalidad, sus bailes, su música, y por supuesto, su comida.
A comparación del resto de las Ferias de España, la Feria de Sevilla comenzó en 1847 como feria de ganado, y no para venerar al Santo o patrono de la ciudad como se acostumbra en otras comunidades.
La Feria original contaba con aproximadamente 19 casetas en el Prado de San Sebastián en las afueras de la ciudad, mientras que actualmente la Feria cuenta con más de 1000 casetas en el centro de Sevilla.
Grupos de amigos, vecinos, familias, o empresas se reúnen y juntan fondos para reservar su caseta y asegurarse un espacio en la Feria. Cada dueño adorna la caseta a su gusto, pero eso sí, los farolillos, la música y la alegría son infaltables.
En esta Feria, las mujeres no tenían manos. Sus extremidades eran pinceles que dibujaban garabatos en el aire, imposibles de descifrar y seguir para principiantes como yo.
Anteriormente, cuando oía música flamenca sólo oía gritos y lamentos, pero en la Feria, las sonrisas de los bailarines, los trajes de flamenca de pliegues coloridos, la sincronización de los bailes, las palmas y los dibujos de las figuras ondulantes, energizaban y alegraban las canciones.
En este contexto, las sevillanas recobraban una nueva vida.
La Sensualidad Ceñida No Sólo Lleva Lunares
La gran variedad de vestidos, volados y accesorios sacudió mi ignorancia: los trajes flamencos no son todos alunares como pensaba. Es más, parece que todos los lunares se quedaron colgados en las tiendas de recuerditos para turistas, ya que en las calles sólo se ve color y variedad.
En los primeros años de la Feria, las mujeres de los ganaderos acudían a la fiesta con sus trajes campesinos adornados con algunos volados. Con el tiempo, las mujeres de clases altas comenzaron a participar en la Feria y a incorporar pequeños cambios en la vestimenta, hasta convertir el traje de flamenca en una moda que se adapta y se moderniza cada año.
El traje puede tener escote en pico, redondo o cuadrado, muchos o pocos vuelos y pueden complementarse con argollas, pendientes largos, pulseras, flores, peinetillas, collares, cintas o Mantones de Manila, dependiendo de la moda del momento.
La moda cambia, pero el traje de flamenca también conocido como “cuerpo de guitarra,” siempre es ceñido y “realza las cualidades de la mujer y disimula sus defectos”, como explica el portal AndaluNet.
Pero en esta Feria, no sólo las mujeres se visten de fiesta. Los hombres exaltan su masculinidad con trajes cortos siempre a juego con su pantalón y su sombrero de ala ancha, que también varía según las tendencias de la época. Tampoco nos podemos olvidar de los trajes de los toreros, cuyos colores y estilos de bordados los diferencian entre los toreros principales y los de la cuadrilla.
La sensualidad de los trajes se vigoriza y cobra vida al compás de las sevillanas, típicas de la Feria de Sevilla. AndaluNet nos explica que estos cantos que datan de la época de los Reyes Católicos están formados por cuatro versos de siete sílabas impares, en rima consonante, con un estribillo de tres versos, donde riman el primero y el tercero.
Aunque la temática de las sevillanas es muy variada: hay marineras, corraleras y arroceras, de historias cotidianas, amoríos, sentimientos y política, y hasta de la hermosa Sevilla y sus compañeras Andaluzas, todas se bailan con la misma alegría y el mismo orgullo sureño.
Sevilla, Alimentación de Ensueño
Después de tanto baile, aunque en esta ocasión debo admitir que miré más de lo que bailé, siempre hay espacio para una buena comida….y en Sevilla eso sí que no faltó.
Por la mañana, tostadas con manteca colorada para cargar energías para todo el día. Para el almuerzo, un día, queso camembert rebozado con salsa de frambuesa y musaka en la terraza de la Plaza de Los Terceros, y otro, pulpo a la gallega con unos pinchitos en la Calle Betis.
Y desde luego por las noches nos deleitábamos con más manjares: como el típico “pecaito frito” de la Feria, pollo con salsa de zetas, bacalao con salsa de espárragos, y lomo de cerdo al whisky…
Una delicia tras otra, acompañada por buenos amigos, un tinto de verano bien frío o un refrescante rebujito, mucho baile y lindos paisajes, fueron perfectos para vivir a pleno el slogan de la ciudad “Sevilla, la construcción de un sueño.”
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