Escrito por: Laura Vaillard

Me fascina el circo. En especial, los contorsionistas, los trapecistas y los acróbatas. De chica, los miraba hipnotizada. Sorprendida por su capacidad de sostenerse en el aire. Su destreza para lograr poses que parecen humanamente imposibles.

En mi imaginación, y por lo que había escuchado, Cirq su Soleil es todo eso y más. Es espectáculo. Es sorpresa. Es talento. Por un tema de costos, nunca lo había podido ir a ver. Pero este año, cuando vi que las coreografías llevaban la música de Soda Estéreo, no lo dudé y compré las entradas.

Pero me decepcionó enormemente. A mi parecer le faltó espectacularidad. Y lo peor de todo es que sentía que el público estaba viendo otro show porque no paraba de aplaudir, y justo en los momentos en que sentía estafada.

Por ejemplo, mientras sonaba una canción de Soda de fondo, una cámara enfocaba a las personas y éstas se proyectaban en el centro del escenario. ¡Y eso era el show! ¡Y la gente aplaudía como loca! Yo miraba a mí alrededor sin entender. Había pagado para ver artistas talentosos, no para ver caras de desconocidos al mejor estilo partido de baseball norteamericano.

En otro momento, nos hicieron sentarnos a todos. En ese momento, baja un chico con una guitarra y dice: “porque ustedes vinieron a cantar”. Comienza a tocar y todos lo siguen. Está bien, es algo diferente. Es un recurso interesante. Pero no me pareció que fuera algo para el Cirq du Soleil.

Cuando fui a ver el show esperaba la reconocida espectacularidad del Cirq du Soleil potenciada por la fuerza de la energía de Soda Estéreo. Sin embargo, Cirq du Soleil Séptimo Día en el Luna Park, me pareció un show sin fuerza y con pocos elementos de sorpresa. ¡Una lástima!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *