La memoria es traicionera y se toma la libertad de jugar a la ruleta rusa con nuestros recuerdos: invirtiendo el orden, retorciéndolos, exagerando emociones…
En esta ocasión, se había divertido con mis recuerdos adolescentes de Roxette, ese dúo sueco que acompañó a mi generación en tantos bailes cuando comenzábamos a explorar el mundo.
Sin embargo, ese lunes 4 de abril en el Luna Park de Buenos Aires, al revivir todos sus hits, la realidad venció a la ficción.
El primer acorde de “Dressed for sucess”, con la que abrieron el show, fue una máquina del tiempo que trasladó a todos los presentes a un pasado donde no existía la vergüenza y el amor era moneda corriente.
Desde la primera nota de la guitarra, el público no dejó de cantar ni bailar un momento. Los mismos Marie Fredriksson y Per Gessle, se sorprendían de lo que estaba pasando… Ellos también se habían trasladado en el tiempo y estaban reviviendo un concierto de los años noventa cuando estaban en la cima de ola musical.
Pensaba que iba a divertirme, pero no me imaginé que iba a vivir una experiencia tan intensa donde, por un momento, el alegre pasado se fusionó con el presente.
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